Pese a que atentaba contra sus vidas, incluso cuando fueron obligados a ponerse de pie con sogas alrededor de sus cuellos, las victimas protegieron al raptor, evitando así que fuera atacado por la policía. Y es que durante el cautiverio los rehenes comenzaron a sentirse de cierta forma atraídos hacia su secuestrador, experimentando más seguridad por parte de este, que de la misma policía.